
En general no me gusta que me cuenten historias, sorry. Cada que alguien empieza con su verborrea mi subconsciente dice algo así como “no me vengas con más historias, dame ideas”… esque en realidad si quisiéramos medir la eficiencia de la comunicación humana tomando en cuenta sólo lo que se dice veríamos que es muuuy ineficiente, sólo que estaríamos descartando el papel social que cumple el decir sin decir nada. Los monos suelen juntarse a despiojarse aún sin tener piojos y a nosotros nos fascina el bla bla bla bla bla (small talking, chew the fat). ¿Se nota que soy un misántropo verdad? jejejeje.
En fin, esta introducción viene como aclaración de que muy probablemente soy la última persona de la que podrían confiar para que les recomiende una novela, porque por las mismas razones es rarísimo que aguante leyendo una. Además de lo del small talking suelo tener problemas con la ficción por la forma en que a muchos novelistas les fascina hacer moralinas apelando a los corazones de pollo de las mayorías (¿de cuándo a acá una buena historia es un argumento moral?). Toda novela, por ser ficción, es una variante de la famosa paradoja de Epiménides que se sintetiza en la frase “esta oración es falsa”… ¿es falsa o verdadera? Para quienes hayan escuchado del teorema de Gödel, resulta que es indecidible, por lo que espero que con esto les quede más claro por qué pienso que no puede usarse tan fácil a una novela como argumento de tal o cual verdad.
Todo el rollo que me he aventado viene porque hace un tiempo leí una novela fascinante basada precisamente en la indecidibilidad y la incertidumbre que causa, llamada “En busca de Klingsor” escrita por Jorge Volpi. En pocas palabras trata sobre un detective que al finalizar la segunda guerra mundial es el encargado de develar la identidad del principal asesor científico de Hitler cuyo nombre clave era Klingsor, con el fin de que sea juzgado, para lo cual emprende una travesía que lo lleva a entrevistarse con físicos célebres de la época como Heisenberg, Schrödinger, Planck y Bohr. Lo fascinante de la novela es la forma como está escrita, ya que el narrador de la historia es omnisciente y al mismo tiempo un personaje, por lo que todo el tiempo te está diciendo “te estoy mintiendo”, además de que cada uno de los 3 libros que forman la novela comienza con la enunciación de tres “leyes”: las leyes del movimiento narrativo, las leyes del movimiento criminal y las leyes del movimiento traidor.
Si hojean la edición de Seix Barral encontrarán en la nota final de Volpi el siguiente párrafo:
“Debo referir, asimismo, mi deuda con uno de los libros más estimulantes que he leído y a partir del cual surgió la idea de escribir esta novela: Gödel, Escher, Bach: An Eternal Golden Braid (Basic Books, 1979; Tusquets, 1987), de Douglas Hofstadter.”
Resulta que ese librito, el famoso GEB, fue una de las causas por las que decidí mudarme a la inteligencia artificial. Es definitivamente uno de los libros que más han influido en mi vida. Por cierto Hofstadter también estudió física en un inicio.
1 comentario:
Gracias por la recomendación.
Comparto parcialmente tu sentimento por ciertas "novelas". Por ejemplo, el código Da Vinci no lo usaría ni para limpiarme después de ir al baño, o peor aún, ni para limpiar mi refrigerador. Pero he leído algunas que comunican muy pocas ideas...y aún así son excelentes, por muchas razones.
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